jueves, 20 de noviembre de 2008

SIMPLEMENTE RINGO



Difícil de encasillar en un par de adjetivos. Oscar Natalio Bonavena nació el 25 de septiembre de 1942 y fue el séptimo hijo de los nueve que tuvieron Vicente Bonavena y Dominga Grillo. A partir de ese mismo día comenzó a escribir su historia. Su madre lo vestía de boxeador. Le dijo basta a la escuela en sexto grado. Fue repartidor de pizas, empleado de una carnicería y picapedrero. De todo, pero ya era boxeador, o mejor dicho peleador.
Brazos cortos, pie plano, enorme, el pibe pobre de Parque Patricios fue convirtiéndose en un desprejuiciado jóven que se acercó al boxeo. En 1959, con 17años, fue campeón amateur y en los dos años siguientes, consiguió dos coronas en los torneos sudamericanos. Allí comenzó a rondarle la idea de irse a Estados Unidos buscando una carrera grande, o por lo menos una que llenara su ego, tan grande como sus sueños.
Después de un par de peleas de medio pelo, se cruzó con un Zora Folley veterano, quien le "entregó" el pasaje de regreso para Buenos Aires, envuelto en una derrota. Sin saberlo, aquel fue el primer escalón de su ascenso a la idolatría.
Pero antes de convertirse en ídolo, tuvo que superar la desconfianza de la cátedra. Para pasar de gordo fanfarrón a boxeador reconocido iba a transcurrir un tiempo.
"La gente no quiere que yo llegue porque dice que soy fanfa. ¿Por qué fanfa? ¿Porqué digo que voy a ganar? Ahora, si yo digo que voy a perder y que... bueno... en fin, si me ganan mala suerte. Entonces, sí, soy un buen muchacho. ¡Pero no le doy de morfar a mi vieja! Prefiero decir que lo voy a matar al tipo (que no lo mato, que es mentira, lo digo de grupo) y darle de morfar a mi vieja". Así declaraba Ringo, pero lo que mejor hacía, iba a verse arriba del ring.
Empezó a torcer la historia la noche del 4 de septiembre de 1965 cuando en un Luna Park repleto, (allí completó su primer gran récord: 25,236 entradas vendidas, que nunca fue superado) le ganó a Gregorio Peralta, con tanta nitidez, que su victoria fue saludada con un aplauso cerrado. Allí terminó conquistando la simpatía de los argentinos, allí comenzó a convertirse en ídolo.
Entonces aparecieron en su vida el Mercedes Benz, la suite en el Hotel Alvear, los fotográficos habanos, perfumes y ropa cara. Y si bien aún no era época de tiránicos programas de chimentos, también irrumpió en la vida de Ringo el show: la televisión, el canto (con su increíble voz aflautada), el teatro y los viajes a Estados Unidos. Vida mediática, decorada con frases que quedaron en la historia: "¿Gente joven quién es? ¿Yo soy joven? ¡Yo soy un viejo! Yo no sé que le ven de joven a mi generación. ¿Qué es lo que es joven? ¿Usar minifalda? Para ser joven uno debiera tener experiencia, y la experiencia llega de viejo. Es un peine que te dan cuando te quedaste pelado".
Llegaría alguna victoria importante (el alemán Mildenberger) y varias derrotas ilustres, como las dos ante Joe Frazier y la de Floyd Patterson. Pero luego produciría otro hito en el deporte argentino: el choque contra Muhammad Alí en el Madison Square Garden de Nueva York, el 7 de diciembre de 1970. Los 79.3 puntos de rating de Canal 13 sólo fueron superados 20 años después por los 82 del partido Italia-Argentina del Mundial de 1990. Bonavena recibió una paliza pero guapeó, metió los golpes que pudo y aguantó estoicamente hasta el último round en el que cayó tres veces y se decretó el nocaut.
"Te dicen "vamos, Ringo, vamos a ganar". ¿Qué vamos? ¿Qué vamos?. Si el que pone la cara soy yo. Vas a ganar, tendrían que decir. Si suena la campana y yo me quedo solo ahí arriba. Vivimos de grupo, viejo. Hay que seguir un camino y llegar a lo que uno quiere. Yo ya a algo llegué, pero ahora quisiera hacer otras cosas. A veces tengo bronca de no haber estudiado (aunque no pude, claro). Si hubiera estudiado podría hablar de muchas cosas que no entiendo. A veces quisiera no ser Bonavena, poder hacer las cosas que hace cualquier muchacho, vos, por ejemplo. Yo vivo bien, ya estoy cubierto para todo el viaje: ahora quisiera dejar el boxeo ya y empezar a hacer otras cosas. Mirá que yo lo que me gusta lo aprendo, no soy ningún bruto, por más que la gente lo diga. A mí me importa lo que dice la gente; hago como que no, pero me importa".
Y no pudo no ser Bonavena. Con su andar desprejuiciado, ni se dio cuenta que era la hora del declive. En su imaginario la viveza mamada en Parque Patricios alcanzaba para todo. Hasta para robarle la mujer, Sally Conforte, a un oscuro personaje del bajomundo de Reno, en el estado de Nevada. A treinta metros de la entrada del Mustang Ranch estaba esperando Williard Brymer (guardaespalda del despechado Joe, esposo de Rally). Desde allí disparó el balazo que se le incrustó en el ancho pecho a Ringo. Tenía 33 años.
Hasta allí llegó, odiado y amado por igual. Machista, fanfarrón y desprejuiciado, sí. Pero dicen quienes fueron su amigos, que poseía una bondad sin límites. Lo enterraron el 30 de mayo de 1976, en épocas turbulentas para su país. Sin embargo su pecho estaba cubierto de claveles rojos y unas 150 mil personas le fueron a decir adiós al Luna Park.
NOTA: Todas las declaraciones fueron extraídas de un artículo publicado en la desaparecida revista EXTRA.

No hay comentarios: