miércoles, 21 de enero de 2009

LA MUERTE EN EL BOXEO






Nunca pensé que iba a sentir jamás sana envidia de una muerte, de unas exequias por ningún ser humano. Pero ese sentimiento ha venido a mi, inexorablemente, con motivo del fallecimiento del gran campeón (los boxeadores nunca dejan de serlo) José Chegüí Torres, con el que me deleitaba a través de sus crónicas publicadas en ESPN.com. Un gran campeón de la actualidad, su compatriota Miguel Ángel Cotto, el presidente de la Organización Mundial de Boxeo, los más afamados escritores de boxeo, la Comunidad puertorriqueña de Nueva York al completo, el mismísimo Gobernador de Nueva York, en definitiva, todos los boricuas y también los neoyorquinos y estadounidenses en general, no en balde fue campeón olímpico bajo su bandera, han proclamado a los cuatro vientos su consternación por el óbito, al igual que la admiración que sentían por su trayectoria pugilística y, con posterioridad, su labor periodística en el mundo del boxeo y de apoyo a la comunidad de La Isla del Encanto, en la ciudad de Nueva York, su ciudad de residencia de hace muchos años, aunque llevara a su Ponce natal y a todo su país, dentro de su enorme corazón. Y la envidia viene dada porque, automáticamente, se me ha ido la memoria al 27 de enero de 2.001 (está a punto de cumplirse ocho años) cuando España perdía a uno de sus campeones universales, el andaluz y onubense de Alosno, Pedro Carrasco, al que denominaban y así se plasmó en una recordada película de 1.968, “El Marino de los Puños de Oro”. Después del ataque al corazón que sufrió y de su repentina muerte, y aparte el recuerdo de sus grandes amigos, como José Legrá, Elio Guzmán e incluso José Sulaimán, que declaró “Es la irreparable pérdida de un ídolo del deporte que vivirá para siempre en los corazones de todos, no sólo por sus hazañas deportivas, sino también por su bondad y hombría de bien”, el resto todo fueron menciones frívolas cuando no nauseabundas, dentro del panorama de la información basura que ha tenido preponderancia en nuestro país desde esa época, y que alcanza hasta nuestros días. Carrasco, que vivió en Brasil desde los nueve años, cuando regresó de Brasil no fue para pelear en España, como muchos podrán pensar, sino para iniciar su carrera en Italia, donde estuvo a las órdenes de Arnaldo Tagliatti, siendo en 1.963 cuando definitivamente se estableció de nuevo en nuestro país, convirtiéndose en un ídolo de masas, al estilo de José Legrá, el futbolista Paco Gento, el tenista Manuel Santana o el motociclista Ángel Nieto. En fin, cualquier tiempo pasado fue mejor, al menos en España, en el terreno boxístico, y si no, que se lo digan a Francisco Javier Castillejo, ocho veces campeón del mundo, y al que no conoce la mayor parte de la población de la piel de toro. ¡Qué pena! Descansen en paz Pedro Carrasco, José Torres y todos los guerreros que tanta gloria dieron y que ahora disfrutan eternamente.

JOSÉ MANUEL MORENO. BOXEO VELEÑO.

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