martes, 28 de abril de 2009

14 SEGUNDOS PARA LA HISTORIA



Decía un reputado comentarista estadounidense que no habrán existido ni diez ocasiones en las que un boxeador que, perdiendo un combate en las cartulinas, haya vencido en el último asalto. El pasado sábado, a todos los aficionados y comentaristas se nos vino a la memoria, el histórico combate del 17 de marzo de 1990, cuando el extraordinario boxeador estadounidense Meldrick Taylor perdió por nocaut técnico, a falta de dos segundos, ante el entonces invicto Julio César Chávez. Durante años y años, se discutió la decisión de Richard Steele, que en definitiva, no hizo sino su trabajo, es decir, tomar la decisión adecuada, sin tener en cuenta, lo que restara de pelea. Pues bien, algo parecido, sucedió la noche del sábado, en el Foxwoods Resort Casino, de Mashantucket, Connecticut, en el que el favorito ex campeón mundial del peso medio, Jermain Taylor, fue ganando con cierta solvencia la pelea, incluyendo una caída de su rival, el flamante campeón británico, Carl Froch, que tuvo los arrestos de viajar a los EE.UU. con todo lo que eso supone, y la capacidad de aguantar el chaparrón del tercer asalto, en el que a Taylor, con fama de frío y cauteloso, alimentó aún más esa teoría, al conceder un respiro a su rival, en vez de tomar la decisión de sentenciar el combate. Puede que lo lamente toda su vida. Taylor, dos veces vencedor de Bernard Hopkins, llevó la iniciativa casi toda la pelea, adjudicándose la mayoría de los asaltos, pero siempre dando la impresión el fortísimo púgil de Nottingham que se guardaba un as en la manga. Curiosamente, en una pelea en la que volvió a utilizarse el horrible reglamento del WBC de difundir los resultados de las cartulinas al finalizar el cuarto y octavo asalto, los dos preparadores optaron por decir lo mismo a sus pupilos, antes de comenzar el último round: “Vas perdiendo el combate, sal a darlo todo”. Y esa decisión de la esquina de “Bad Intentions” le costó la pelea al de Little Rock, Arkansas, quien salió tomando demasiados riesgos, en vez de actuar más conservadoramente, teniendo, en realidad, el combate ganado en dos de las tres cartulinas de los jueces. Toda la frialdad mostrada en el tercer asalto, se convirtió en bravura, y eso, ante la nueva “Cobra” del boxeo internacional, lo pagó muy caro. En un último asalto inolvidable, Taylor cayó exhausto a la lona, faltando 43’’. Se trataba, si tenía fuerzas para ello, de descansar unos segundos, y llegar como fuera al final. Pero ahí emergió un púgil, desconocido hasta hace poco, con una determinación, una fiereza y una pegada, realmente excepcionales. A falta de 14’’ el árbitro Michael Ortega, decretaba el final del sensacional combate, con un final dramático y con una curiosa conclusión: ningún deporte en el mundo concede al perdedor de una contienda la oportunidad de convertirse en vencedor al final del mismo, como el mejor deporte del mundo: el BOXEO.

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