viernes, 22 de enero de 2010

Navascués: humano, demasiado humano


QUIQUE PEINADO. MARCA.COM

La rueda de prensa previa al combate que nunca será fue emocionante. En este deporte que vivimos, tan vacío de emociones de verdad, tan lleno de falsos gestos, la cara de satisfacción de Pablo Navascués era un oasis de credibilidad: en cada gesto exudaba orgullo, tenía la cara de quien ha estado 20 años consagrado al deporte más duro que existe para conseguir simplemente una oportunidad y ésta ha llegado. Para Navascués, el fin no era el Mundial; era, simplemente, poder intentarlo. Eso estaba logrado.
Navascués dejó el boxeo durante tres años porque no llegaba la 'chance': ni lo subían en los rankings europeos, de manera que pudiera hacer un asalto a un título internacional por méritos propios, ni nadie quería hacer una defensa voluntaria contra él. Cuando un campeón pone su cinturón en juego por propia voluntad, no quiere pegadores que le puedan mandar a la lona en cualquier momento del combate; quiere boxeadores de menos explosividad ante los que imponer siempre su mayor técnica. Pelear contra Pablo es un riesgo: en cualquier momento, su pesada mano te noquea vaya como vaya el combate. Por eso, se cansó de buscar una oportunidad y se dedicó a su familia y a sus empresas.
Javier Castillejo lo recuperó en su pelea de despedida, y Navascués, con el que nadie contaba, forzó el combate nulo. Una pelea que, con el buen trabajo de su manager, le dio la oportunidad del Mundial ante el alemán Sebastian Sylvester, precisamente el que apagó la luz a Castillejo.
Así que, tras 20 años entrenando, Navascués tenía la oportunidad. Y se fue a la mierda por algo tan sencillo como esta historia: en medio de sus siete semanas concentrado en la Sierra madrileña, haciendo vida de monje y comiendo pollo a la plancha y ensalada, Pablo bajó a al ciudad para estar un fin de semana con sus dos hijos y cuidar de su mujer, embarazada de Máximo, que así se llamará, en homenaje al protagonista de 'Gladiator'. En esos dos días, Pablo comió de más. No mucho, pero lo suficiente como para que su cabeza diera más vueltas de las necesarias. Diagnosticado de ansiedad desde años (se medica homeopáticamente porque, paradojas de la vida, no le apasionan los medicamentos), la inseguridad le pudo. Su aparato digestivo no evacuaba y necesitaba un diurético. Se fue a un hospital madrileño de urgencias y le recetaron el famoso Seguril. Tres pastillas durante dos días. Y ahí se acabó todo. Si el control, en vez de llegar cinco días después llega 10, no estaríamos escribiendo estas líneas, porque Pablo estaría limpio.
El Seguril contiene furosemida, un componente prohibido porque enmascara otras sustancias. El pecado de Pablo fue no consultar con nadie lo que se estaba tomando. "No caí", decía por teléfono, abatido tras conocer la noticia. La ansiedad y el miedo le nublaron.
Yo le creo. Me parece un tío honesto. Un hombre, como la mayoría de los boxeadores, que se tiene que tragar el miedo porque su profesión no permite dudas. "El combate es lo de menos. En la concentración es cuando las pasas putas", me decía sentado en un ring del Gimnasio Barceló, donde es un dios. Lo veías hablar con su amigo Carlos Bardem, de igual a igual, y podías sentir la admiración de otros dos actores jóvenes, Martín Rivas y Álex González. Éste, con la nariz medio rota de un golpe en el Barceló, que lo definía como "un líder". "Es un tío honesto y un guerrero", contaba Bardem, ya con los billetes y las entradas sacadas para la pelea.
No habrá pelea. Y, posiblemente, no haya otra oportunidad para Navascués. La televisión alemana lo ha vetado y espera una sanción del Consejo Mundial, que, si lo mira con la benevolencia que se merece, será leve, si es que la hay. Pase lo que pase ahora, lo que será injusto es que la gente recuerde a Navascués como un tramposo. No lo es. Dejémonos ya de silogismos baratos (boxeador más doping igual a...) y de poner bajo sospecha a un deporte que, Veo7 mediante, va a remontar sí o sí porque tiene a mucha gente detrás.
Pablo es inteligente e íntegro. Un buen hombre y un gran deportista, y se merecía esta oportunidad. Que no la tenga quizá ya sea inevitable; ahora sólo queda que seamos justos y reconozcamos a Navascués como un guerrero humano, demasiado humano.

1 comentario:

THE LOOK dijo...

El boxeador no es el unico culpable, en todo caso. el sistema para acceder a un titulo esta corrompido desde antes de nacer Navascues, que nunca ha tenido una oportunidad digna para exponer su potencial.
cuando le conoci era el Amo del Mundo, supongo que en eso no habra cambiado, pero supongo que esa fachada se le habra caido encima estos dias. un fuerte abrazo desde Torrevieja.
Luis "el Paquete"