martes, 8 de junio de 2010

COTTO VENCE PERO NO CONVENCE


JOSÉ MANUEL MORENO. BOXEO VELEÑO.

Miguel Cotto volvió a los cuadriláteros en el mejor escenario deportivo posible: el Yankee Stadium, abierto por Bob Arum para el boxeo, 33 años después del tercer Ali vs. Norton, también promovido por él. Había muchas dudas en cuanto al futuro del ídolo puertorriqueño. Enfrente, un boxeador del que se ha hablado más por su condición de futuro rabino y por ser el primer campeón mundial judío en 70 años, que por sus excelencias pugilísticas. Era el primera combate de Cotto tras la paliza que le propinó Pacquiao, y la primera también en el peso superwelter. Con más de 20.000 personas en las gradas y el ringside el mítico recinto, el combate se desarrolló justo al contrario que el célebre Cotto-Margarito. Ahora era el israelí, nacido en Bielorrusia, el que se movía sin parar por el cuadrilátero y le correspondía al de Caguas perseguirle para conectarle su derecha. En el cuarto asalto, Foreman, menudo apellido boxístico, se tomó más licencias, tirando más golpes que Cotto, y venciendo ese round. Pero el combate se definió y estropeó en el séptimo asalto: Yuri se dobla la rodilla, cae, se levanta, y a los pocos segundos, vuelve a caer dolorido. A partir de ahí, el campeón se arremanga y ofrece una cara de casta y coraje que le engrandece, aunque su boxeo sea de lo menos ortodoxo. Ataca frontalmente, sin buscar ángulos, propiciando claras contras del boricua. En el octavo asalto, Cotto no encuentra la manera ni la pegada para cerrar la pelea, ante un peleador absolutamente cojo. Faltando 1:12 para acabar este asalto, alguien lanza la toalla, que casi da en la cara a Cotto. Todo parece haber acabado. Cotto abraza a su rival, y el ring se llena de esa manera horrible como lo hacen en Estados Unidos: ¿qué hace tanta gente en un lugar tan sagrado? Pero esta situación se encuentra con un árbitro, cuyo brazalete delataba la reciente muerte de su emérito padre, Arthur Mercante, que demostrando una personalidad arrolladora, le pregunta al campeón si puede continuar, este le responde que sí, y sin encomendarse a nadie, no en balde es el “jefe” del cuadrilátero, desaloja a los “intrusos” y decide que continúe la pelea. La cara de la esposa de Foreman, en el ringside, es un poema. Pero a pesar de la espesura del desempeño de Cotto, a los 30’’ del noveno round, un tremendo gancho al hígado de Cotto sobre el desvalido Foreman, lo envía a la lona, y ahora sí, sin cuenta de protección, Mercante Jr. decide el final de la pelea. Foreman demostró tener redaños, a pesar de perder la corona de la WBA, Cotto vuelve a ser campeón, en la tercera división distinta, y el Yankee Stadium vuelve a estar en el mundo del noble arte. ¿Volverá Cotto a estar para medirse a los mejores? Eso está aún por ver. Además, la pelea nos dejó una grata noticia: el viejo ídolo Roy Jones Jr. debutó de comentarista. No le entendí nada, pero lo mejor es que espero que signifique su definitivo retiro.

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