viernes, 20 de mayo de 2011

Hopkins busca historia ante Pascal


Diego Morilla ESPNdeportes.com


El veterano campeón no podía encontrarle la vuelta al combate. Tras ocho asaltos de ida y vuelta en el frío clima de Montreal, peleando como visitante ante un ascendente retador local, el título de peso semipesado se le escapaba de las manos luego de haber visitado las lonas cuatro veces en los primeros tres asaltos (tres veces en el primer asalto solamente). Aparentemente, los casi 14 años de diferencia entre ambos peleadores se estaban empezando a sentir, y el estadounidense, ya pasados sus cuarenta años de edad y con sus mejores momentos sobre el cuadrilátero habiendo quedado en el pasado, se preguntaba si su cuerpo aguantaría lo suficiente como para lograr la hazaña que se había propuesto. Esa misma que le dijeron que no podría lograr. Esa misma que él veía como su destino y el inicio de una herencia de grandeza.
Pero la hazaña llegó. Entre el quinto y el decimoprimer asalto, el desconcertado y repentinamente vapuleado peleador local visitó las lonas en cuatro ocasiones, y el viejo campeón volvió a revivir glorias pasadas con una victoria que lo puso una vez más en la cima del boxeo mundial y lo elevó a la categoría de leyenda.
No estamos imaginando el relato futuro de la revancha que tendrá lugar este sábado en Montreal entre el estadounidense Bernard Hopkins y el haitiano-canadiense Jean Pascal por el título semipesado en manos de este último [HBO, 10 p.m. ET]. Estamos relatando un combate que se dio, textualmente como lo reproducimos, hace ya más de 52 años, cuando ninguno de estos dos protagonistas estaba siquiera en los planes de sus padres. Estamos hablando de la épica victoria del enorme Archie Moore sobre Yvon Durelle en Montreal en diciembre de 1952, un combate que, tal como enumeramos al inicio, reverbera con un gran número de resonancias sobre el choque que protagonizarán Hopkins y Pascal este sábado en esa misma ciudad canadiense, en la que Hopkins intentará transformarse en el hombre de mayor edad en lograr un título mundial a sus 46 años de edad.
Más allá de las muchas similitudes, las diferencias con aquella gesta de Moore también son de notarse. Moore se anotó aquella victoria por nocaut en 11 asaltos en el primer combate ante Durelle, y luego ganó también la revancha por nocaut en tres rounds. Se puede argumentar que Hopkins ganó el primer choque según la opinión de la mayoría de los observadores, pero lo cierto es que los jueces no se lo dieron, y no demostró tampoco tener la solvencia como para resolverlo por nocaut como lo hiciera el viejo maestro. De todos modos, Hopkins no pierde la fe en que la revancha será diferente.
“ En definitiva, el respeto no se da. El respeto se gana. Cuando se habla de respeto, comparando lo que yo hice en este deporte y lo que él hizo en este deporte, él debería darme su respeto a mí. Es lo opuesto. Él no está respetando al veterano. Y yo soy el veterano aquí.
” -- Bernard Hopkins sobre su pelea ante Jean Pascal
"Me encantaría subir ahí y lograr mi nocaut", dijo Hopkins (51-5-2, 32 KOs) en una reciente conferencia telefónica. "La última vez que noqueé a alguien fue a Oscar de la Hoya. He sido incapaz de lograr un nocaut, pero puedo conformarme con darle una buena paliza".
Su rival de este sábado concuerda en que eso es una posibilidad. Pero el modo en que Pascal (26-1-1, 16 KOs) analiza este choque difiere ligeramente del enfoque elegido por su contrincante.
"Ahora todos saben que Bernard todavía puede boxear bien. Por eso cuando yo le patee el trasero no solamente voy a seguir siendo campeón mundial, sino que voy a emerger como una estrella", avisa Pascal, nacido en Haití y emigrado a Canadá a sus cuatro años de edad, en un inglés ágil y colorido a pesar de ser el francés su idioma natal. "Si Hopkins no es una gallina y no corre como una gallina, entonces va a ser una pelea excelente".

Las diferencias entre ambos púgiles desborda los límites del ring y permea hacia sus vidas personales. Pascal es hijo de un político haitiano y se preocupa por su rol de modelo para los jóvenes y su buen comportamiento. Es cuidado en su manera de vestir y de hablar (dentro de los límites del pugilismo). Hopkins, por su parte, es un producto casi emblemático de las duras calles de Filadelfia, habiendo pasado parte de su adolescencia y juventud en la cárcel y haciéndose desde abajo en el boxeo. Hopkins debutó en el profesionalismo con una derrota, y sin experiencia amateur alguna más allá de algún torneo carcelario, mientras que Pascal es un ex representante olímpico para su país adoptivo con una dilatada trayectoria en el boxeo aficionado. Pero el choque de personalidades más entretenido y parejo entre ambos ha sido el continuo e imaginativo cruce de dardos verbales por demás de pintorescos y venenosos, sazonados con alguna que otra controversia y acusaciones mutuas nunca debidamente fundamentadas.
"Está claro que soy mejor boxeador que Bernard", comentó Pascal, quien acusó en un momento a Hopkins de consumir sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento. "Tengo más herramientas que él. Pero esta vez voy a usar esas herramientas de la manera correcta en el momento correcto. Mi motivación es cerrar su sucia boca. Él es malo para el boxeo, es una desgracia para el deporte". Hopkins, nunca tímido para la riposta filosa, no tardó en contragolpear.
"Él piensa que es más astuto que yo y que su coeficiente intelectual boxístico es mayor al mío, pero yo voy a demostrar que yo soy un graduado de Harvard y que él es graduado de una escuelita comunitaria" retrucó el filadelfiano, que compensó la infundada acusación de su rival con una sutil pero seria amenaza de asesinato lanzada al pasar. "Por eso, al final del día, yo me voy a ajustar rápidamente y ahí es cuando comenzará la guerra".
La guerra de la que habla Hopkins probablemente falte a la cita. Y es que el ex campeón mediano (con un récord de defensas en esa división) no solamente ya no tiene la pegada de un Moore (que continúa siendo teniendo el récord mundial de mayor cantidad de nocauts con 131) sino que tampoco parece tener la estámina y la voluntad de ataque del púgil al cual desea superar con su gesta de este sábado. Si triunfa, Hopkins estará batiendo el récord del gran George Foreman, que se coronara campeón a los 45 años con un nocaut en 10 asaltos sobre Michael Moorer en 1994 en una memorable actuación que fue de menos a más ante un boxeador muchísimo más joven y mejor entrenado.
La pegada de Hopkins, tal como lo expresó él mismo, ya no es lo que fue alguna vez, pero es cierto también que su oponente se notó cansado y debilitado después de apenas cinco asaltos en el primer combate, y que si esa situación se repite es posible que veamos la gesta de Foreman no solamente repetida en el resultado sino en el nocaut consagratorio y lapidario que Hopkins ansía. Pero si ese golpe mágico no llega, ambos tienen suficientes trucos en su manga como para intentar sorprender al otro con alguna variante impensada, cultivada en los años de experiencia que acumulan entre ambos. Tal como dijo el entrenador de Hopkins, Nazeem Richardson, "cuando uno tiene experiencia, siempre tiene algo a qué aferrarse si el físico falla. Si uno no puede hacer lo que quiere, uno puede volver a lo básico y apegarse a eso y así sobrellevar el mal momento hasta recuperarse". Y con un boxeador tan versátil como Hopkins (tanto en defensa como en ofensiva) esa virtud es más que necesaria. Pero Pascal cree que su mayor alcurnia pugilística será la que se imponga por sobre el enorme pero empírico y algo áspero conocimiento de Hopkins.
"Tengo planes de pelea de la A a la Z para él", afirmó confiado Pascal, que fue acusado de lucir parco y unidimensional en el combate de diciembre pasado, en el que se impuso en las tarjetas por escaso margen, y que culpa (entre otras cosas) a su cambio de rutina de entrenamiento para aquel combate y a la manera en que Hopkins lo alteró psicológicamente con sus juegos verbales por su mala actuación en aquella oportunidad. "Esta vez fue lo opuesto. Yo me metí debajo de su piel esta vez, porque se puso como loco en la conferencia de prensa y me empujó. Hopkins tiene una boca sucia y eso es malo para el boxeo. Él dice ser una leyenda, pero las leyendas deberían liderar con su ejemplo", concluye Pascal.
Leyenda o no, Hopkins piensa que Pascal le tributará el respeto que él se merece cuando lo derrote en el ring este sábado, y pueda así unirse a Moore y Foreman como el epítome del guerrero sin tiempo, del inclaudicable púgil que se niega a colgar los guantes, convenciéndose día a día de que queda todavía una última corona de laureles detrás de la agonía de cada golpe dado, errado, esquivado o recibido.
"En definitiva, el respeto no se da. El respeto se gana", responde Hopkins, quizás con aliento profético. "Cuando se habla de respeto, comparando lo que yo hice en este deporte y lo que él hizo en este deporte, él debería darme su respeto a mí. Es lo opuesto. Él no está respetando al veterano. Y yo soy el veterano aquí".
Como lo fue Moore. Como lo fue Foreman. Y como quizás le toque ser, si los astros se alinean, a Hopkins este próximo sábado.

No hay comentarios: