lunes, 11 de marzo de 2013

BERNARD HOPKINS ENTRA EN LA LEYENDA



JOSÉ MANUEL MORENO. "BOXEO VELEÑO".

Bernard Hopkins entró en el olimpo del deporte universal al proclamarse nuevo campeón mundial del peso semipesado de la IBF, tras imponerse claramente a los puntos por decisión unánime al hasta ahora campeón invicto, Tavoris Cloud, de 31 años. Las cartulinas fueron elocuentes y justas en esta ocasión: 117-111, 116-112 y 116-112.
En realidad era algo más que una pelea cualquiera. Estaba en juego una posible gesta consistente en que un tipo con 48 años, 1 mes y 25 días se convirtiera en el campeón mundial más mayor, que no viejo, de la historia, plusmarca que poseía el mismo Hopkins cuando en 2011, cuando contaba con 46 años, superó en combate antológico al canadiense Jean Pascal. Tavoris Cloud es un buen boxeador, de buen físico y buena pegada. Pero enfrente tuvo un mito, una leyenda, alguien que se siente superior, y que sabes que hará sobre el ring todo lo que sea capaz para vencer a cualquiera, a menos que sea muy superior a él. Desde el principio de la pelea, celebrada en el majestuoso Barclays Center de Brooklyn, Nueva York, el árbitro Earl Brown quiso advertir, ya con el combate empezado, que no toleraría artimañas fuera del reglamento. Sabía que Hopkins es un tipo duro, que a veces no dista mucho de realizar un boxeo rayano en lo sucio o antirreglamentario. No fue el caso. En realidad no ha sido el caso desde que cumplió los 40 años. El corte que le hizo a Cloud con su antebrazo en el ojo izquierdo, y por el que tuvo que suspenderse unos segundos el combate, fue aparentemente fortuito. 
 
Pero bajo el griterío ensordecedor de los miles de aficionados que encendían el ambiente con sus “B-Hop”, “B-Hop”, Hopkins volvió a ejercer su magisterio, sin hacer más que lo estrictamente necesario. El peso de los años claro que se nota, y él también lo acusa, su boxeo no fue lo magistral que resultó ser en su recordada lección ante Kelly Pavlik en 2008, pero siempre hizo más que Cloud, se movió infinitamente mejor en el ring que su rival, 17 años más joven, y también fueron suyos los mejores golpes de la noche, a pesar de una andanada de Cloud en el 6º round, encorajinado por el corte, que hizo temblar al viejo Bernard, que solucionó la papeleta con unos imperiales movimientos laterales. De pronto, la pelea, no exquisita ni vistosa pero sí interesante y vibrante por momentos, se detuvo en los cuatro últimos asaltos. A Tavoris Cloud se le acabó la gasolina, pareció pedir el armisticio, buscando árnica en los jueces, como en la injusta victoria ante Gabriel Campillo. Fueron cuatro asaltos sin nada trascendente, como si el destino estuviera jugado antes de empezar la pelea. Hopkins los vivió con tranquilidad, sabedor de que el trabajo estaba hecho. Al final de la pelea, se fue a por los periodistas, pero esta vez no para mirarles provocadoramente como después de su pelea ante Pavlik, sino directamente para increpar, aparentemente, a los comentaristas de HBO. Le sobró tiempo aún para también gesticular desafiante al octogenario Don King, dedo índice por delante. Quizás estaba cobrando facturas a quienes desconfiaron de él por la maldita edad.
Si estaba confiado en que había cumplido su particular expediente (repito, frente a un peleador invicto) que se puso a charlar con su posiblemente próximo rival Jean Pascal en el centro del ring, mientras el inefable Michael Buffer leía el veredicto. No hubo sorpresas. Ganó el mito. La alegría de la huerta para cuarentones y hasta cincuentones a este paso. Nada es imposible, viéndole encima de un cuadrilátero, Hopkins es alguien capaz de todo en el deporte más físico y duro del mundo. Bernard Hopkins no está aún en el Salón de la Fama, precisamente porque sigue en activo, pero ha entrado ya en ese departamento estanco solo reservado para los verdaderos mitos del deporte. Por muchos años, por qué no.

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