lunes, 4 de febrero de 2013

ÓSCAR DE LA HOYA CUMPLE 40 AÑOS


ESPN.com

Oscar, el Golden Boy, cumple 40 años. Sigue siendo el referente de una generación que se crió frente a la televisión viendo sus conquistas en los cuadriláteros y su sonrisa de manual. Seguramente, cuando Oscar De La Hoya levante su copa para brindar, recordará que alguna vez puedo decir de sí mismo: "El Mundo es Tuyo". Como un personaje del Gran Sueño Americano, nació en la pobreza, acarició la gloria, la fama y el dinero pero tampoco dejó de ser salpicado por el lodo del escándalo, ni atrapado por les garras de sus propios fantasmas.
Oscar De La Hoya nació en Montebello, en el East Los Ángeles un 4 de febrero de 1973. De familia muy humilde, se calzó los guantes para aprender a defenderse, a instancias de su padre, Joel, que había sido boxeador, quien a su vez era también hijo de un boxeador. No se sabrá si Oscar eligió el boxeo, si el boxeo lo eligió a él o si fue su padre quien lo hizo elegir.
Tenía 16 años cuando ganó su primer título importante, el Campeonato Nacional Guantes de Oro de 1989, en las 126 libras. Y, desde ese momento, lo suyo fue crecimiento permanente, aunque no todas fueron alegrías. Un año después su madre, Cecilia González, murió de cáncer y él juró cumplir con el sueño materno de que fuera campeón olímpico. Para cuando llegaron los Juegos de Barcelona (1992), era uno de los principales candidatos del equipo norteamericano. No sólo eso, porque en la pelea final se tomó la revancha del alemán Marco Rudolph, quien lo había derrotado en el último combate del Mundial de Sídney, Australia, 1991.
Oscar De La Hoya, a los 19, lo tenía todo: una sonrisa contagiosa, una historia enternecedora, talento, buen boxeo y una medalla dorada en las 135 libras. La única que consiguió el boxeo norteamericano en Barcelona y que Oscar llevó a la tumba de su madre. En el ring, festejó portando dos banderas, la norteamericana y la de México. Cuando debutó como profesional sumaba 223 victorias y 5 derrotas. Lo conducían Robert Middleman y Steve Nelson, pero muy pronto, se cruzó en su camino Bob Arum. Su primer combate rentado fue ante Lamar Williams (5-1) el 23 de noviembre de 1992 en el Great Western Forum, por una bolsa de ¡150 mil dólares! Teniendo en cuenta que la pelea duró 1 minutos 42 segundos, ganó un poco más de 75 mil dólares por minuto, con lo que seguramente, logró ser el debutante mejor pago de la historia del boxeo.
Hoy, Oscar, titular de Golden Boy Promotions, es el principal competidor de Bob, titular de Top Rank, quien a los 81, no podría negar que su alumno aprendió bien todas las lecciones. Es que seguramente, si Arum no le enseñó mucho a Oscar, debería ser cierto que Oscar aprendió muchísimo de Bob. No sería justo afirmar que solamente se trató de la habilidad de Arum en armarle una carrera, puesto que también sería una manera de quitarle méritos al boxeador, pero de la mano de Arum, Oscar creció firmemente. A los 21, logró su primer campeonato mundial, el súper pluma de la WBO, cuando venció a Jimmi Bredahl, por KOT en 10, el 5 de marzo de 1994. Arum se preocupó de darle lustre y brillo al viejo Olympic Auditorium, en el barrio bravo del East Los Angeles, para coronar allí a su nueva joya...
En el ring era un peleador clásico, de izquierda extendida --en realidad es zurdo-- y derecha amenazante. Con un metro 79cm, poseía en el ring una altura considerable. Tenía su propio golpe, "El 45" por los grados del ángulo en que lanzaba su izquierda al cuerpo o a la cabeza. En los comienzos fue entrenado por Robert Alcázar, que era además, su amigo de la infancia, pero luego Rafael Mendoza le sugirió un cambio y comenzó a entrenar junto a Jesús Rivero, uno de los más finos entrenadores mexicanos. Fue así el comienzo de un desfile de grandes nombres para su esquina, desde Freddie Roach al gran Ignacio Beristaín, pasando hasta por Ángelo Dundee, Gil Clancy, Emmanuel Steward y Floyd Mayweather padre.
La relación con Bob Arum se terminó y como no podía ser de otra manera, Oscar le dio forma a su nueva empresa como promotor, Golden Boy Promotions, en 2001. Como lo hizo Ray Leonard en su momento, también él comenzó a promover peleas. Era algo que se venía venir, puesto que Oscar jamás descuidó la parte financiera de su carrera profesional, algo totalmente lógico si se tiene en cuenta que, de acuerdo con un estudio, en su campaña totalizó un ingreso bruto solamente por pay per view- de 680 millones de dólares, con un total acumulado de casi 14 millones de abonados.
Si es cierto que Arum construyó con él una buena campaña --eligiendo, en muchos casos, a boxeadores con un pasado más importante que su futuro o con nombres que ya no eran tan rutilantes-- tampoco sería justo olvidar a rivales que pudieron ser complicados como Miguel Ángel González o Pernell Whitaker, quien le provocó una caída y le hizo transpirar la gota gorda en 1997. Ganó por puntos ante las quejas de Whitaker, quien se sintió robado. Se habló de una revancha que jamás se realizó. Su capacidad para hablar en los dos idiomas o su tendencia a subir con ambas banderas, se convirtieron en un fuerte imán para el público hispanoparlante, a favor o en contra. Los mexicanos se enfilaban detrás de Julio César Chávez, considerando a Oscar como un "Pocho", esto es un norteamericano con el maquillaje mexicano. Eso sí, a la hora de encender televisores, Oscar siempre fue una atracción indiscutida.
Bob Arum montó el choque entre la figura ascendente y de alto poder de convocatoria, como Oscar De La Hoya, ante el gran ídolo de México, Julio César Chávez quien a los 33, o sea diez años más que su rival, debería tomar el examen final para Oscar. La pelea, celebrada en el estadio abierto del Caesars Palace de Las Vegas, el 7 de junio de 1996, provocó una gran expectativa. Solamente que, prácticamente desde el primer asalto, Chávez sangró tanto de una ceja que el combate fue detenido por Joe Cortez en el cuarto round. Oscar, de esa manera, se alzó con el campeonato súper ligero del CMB. Chávez sumó su segunda derrota con 96 victorias y un empate. Tras la pelea, a la mañana siguiente y en una charla semi informal con la gente de la prensa, este periodista le preguntó a Bob Arum qué había de cierto en el rumor que afirmaba que Chávez había peleado con una herida fresca. Arum lo negó rotundamente, pero con el tiempo, se supo que, efectivamente, había sido así. En el record de Oscar figuraba ahora una victoria frente a uno de los más grandes peleadores latinos de todos los tiempos. La revancha, llevada a cabo el 18 de septiembre de 1998, fue una victoria para Oscar: Chávez no salió a pelear al noveno asalto, superado por la velocidad y la dureza y de los golpes de su rival.
Ya para ese entonces, se había creado la Fundación Oscar De La Hoya (1995), que incluyen una escuela secundaria, un Centro de Investigaciones para el cáncer --que lleva el nombre de su madre, Cecilia González-- y un centro médico para niños. Mientras sus críticos más agudos insistían en que no le había ganado a Pernell Withaker, o que ante Ike Quartey (1993) también fue beneficiado por los jurados, De La Hoya asumió el 18 de septiembre de 1999, uno de sus más importantes desafíos ante el también invicto Félix "Tito" Trinidad, representado por Don King, en lo que se llamó "La Pelea del Milenio", organizada por Bob Arum. El choque con Trinidad superó ampliamente cualquier expectativa: 1 millón 400 mil abonos. Las entradas de la pelea se esfumaron en 24 horas. La pelea fue por los títulos welter WBA, en poder de Oscar, e IBF, que portaba Trinidad.
Leonard necesitó de un Thomas Hearns o un Roberto Durán para demostrar de todo lo que era capaz. De La Hoya tuvo, ante Trinidad, la gran oportunidad de mostrar hasta qué punto podía ser un gran campeón, en una pelea de la que, ya se dijo, hubo una tremenda expectativa. Este periodista estuvo allí y cuando terminó el combate, tenía al menos, dos certezas: una, que había ganado Oscar; dos, que De La Hoya había cometido un grave error en regalar los últimos tres asaltos, bailoteando en retroceso en lugar de cerrar la pelea. "Nunca se regalan los últimos asaltos, jamás", nos dijo Leonard a propósito de esa noche. Lo cierto es que ganó Tito Trinidad: dos jurados lo vieron por estrecho margen (115-113 y 115-114, y el restante dio empate en 114) y aunque Oscar se llevó un mínimo asegurado de 21 millones de dólares, se quedó sin la gloria. Gil Clancy, por entonces en su rincón, habría sido quien dio la orden de retroceder en los asaltos finales. Sea como sea, ya no estuvo más en el rincón de Oscar.
Aquella noche de Las Vegas, cuando perdió ante Trinidad, fue medido en sus palabras. Algo que, todavía hoy, mantiene como promotor. Cuando presentó la pelea en la que El Canelo Álvarez -una de sus estrellas, junto a Adrien Broner o Danny García, entre muchos otros- venció a Josesito López, aseguró que "Esta ha sido una conferencia de prensa de boxeo, sin malas palabras y sin insultos, entre boxeadores profesionales que se expresan con los guantes puestos y no con bravuconadas". Ese estilo, siempre políticamente correcto, sumado a su sonrisa, lo convirtieron en algo más que un boxeador, tanto que en muchas de sus peleas, una multitud de jovencitas lo seguían como si fuera un ídolo del pop.
Dónde termina el boxeador y empieza el hombre, dónde está la persona y en dónde se encuentra al profesional es, muchas veces, un misterio. En el 2000, como si la fama del boxeo no le bastara, cantó en un álbum que fue candidato para un Grammy. Fue en el mismo año que perdió ante Sugar Shane Mosley. Y aunque luego venció a Javier Castillejo, logró una de sus mejores actuaciones cuando peleó como un torero frente al toro y dominó ampliamente a Fernando Vargas -quien en el 2000 había recibido un tremendo castigo ante Tito Trinidad-, hasta que lo venció por KOT 11 el 14 de septiembre de 2002, título súper welter WBA y también súper campeón de esa entidad.
El empresario y el boxeador no siempre pueden caminar juntos, sobre todo cuando están en el mismo cuerpo. Cuando aceptó pelear con Bernard Hopkins por el campeonato mundial de peso mediano, en septiembre de 2004, pareció casi un despropósito, porque había una gran diferencia de físicos. Hopkins, un mediano natural, terminó noqueándolo de una mano a las costillas. Oscar, mientras se retorcía en la lona, lamentó su derrota en una pelea que él mismo había promovido, generando solamente en pay per view un total de 56 millones de dólares. Hopkins capturó la porción WBO de los medianos que tenía De La Hoya título logrado frente a Félix Sturm en junio de ese mismo año- y lo agregó sus cinturones WBC, IBF y WBA. Unos meses después, Oscar lo sumó a su equipo en Golden Boy Promotions, empresa que continúa creciendo en el mundo del boxeo.

Sí, el mundo fue suyo en algún momento, cómo que no. Hoy es un empresario más que importante, que posee la revista The Ring, y tiene importantes inversiones en el equipo de los Houston Dynamos de fútbol, entre otras tantas. Se retiró, en el 2009, tras haber perdido peleas que fueron excelentes negocios, pero con derrotas casi anunciadas frente a Floyd Mayweather o Manny Pacquiao. Es cierto también que frente a Floyd se llevó 43 millones de dólares y que se generaron 19 millones por venta de entradas y 120 por pay per view con más de 2 millones de abonados. Lo que se dice un negocio redondo, más allá de la derrota.
Su último combate fue ante Manny Pacquiao: derrota por retiro en el octavo asalto, el 6 de diciembre de 2008. Realizó un total de 45 encuentros, de los cuales se impuso en 39 (30 antes del límite) y perdió 6, 2 antes del límite, todos ellos ante campeones mundiales. Enfrentó en total a 17 campeones del mundo, y fue campeón en seis categorías diferentes. Súper pluma, ligero, welter junior, welter, súper welter y mediano.
Protagonizó un escándalo en las redes sociales, cuando lo mostraron vestido de mujer, aceptó públicamente que se debió tratar en el 2011 para superar problemas muy serios de adicción a las drogas y al alcohol y que aquellas fotos fueron, efectivamente, reales. "Estoy cansado de mentir, de mentirle a la gente y de mentirme a mí mismo", dijo ante las cámaras de Univisión. Casado con la cantante puertorriqueña Millie Corretjer, con quien tiene dos hijos, debió enfrentar sus propios fantasmas y debilidades, expuestas públicamente. Fue junto a ella cuando anunció que colgaba definitivamente los guantes, en el Staples Center de Los Ángeles, el 14 de abril de 2009.
Hoy, a los 40, Oscar ya ha conocido el cielo y el infierno. Su actitud política y formal cuando se para frente a un escenario para anunciar sus veladas como promotor, su sonrisa de siempre y su actitud hacia los boxeadores, hacen pensar que tiene todavía mucho por hacer como promotor. El Golden Boy cumple 40, pero se puede decir que ha vivido muchas vidas y muchas alegrías, pero también muchos dramas. Decía el poeta Rudyard Kipling que se llega a ser Hombre cuando uno puede enfrentarse al éxito y al fracaso, "Esos dos impostores". Hoy, a los 40, Oscar sabe lo que es eso y, seguramente, también ya sabe lo que quiere.