jueves, 4 de febrero de 2016

ALI VS. CHAMBERLAIN: LA PELEA DEL SIGLO QUE NUNCA FUE

MARIO GARCÍA MARTÍN
AS.com

El considerado y autoproclamado mejor boxeador de todos los tiempos contra un coloso de 2,16 metros y 125 kilos dotado de unas condiciones físicas extraordinarias para el deporte, dueño de récords imbatibles en la NBA y un personaje singular fuera de las canchas. Dos figuras icónicas de una época convulsa y de grandes cambios en Estados Unidos con un impacto mediático fuera de lo común midiéndose en un ring: Muhammad Ali frente a Wilt Chamberlain. “The Greatest vs. The Biggest”, como rezaba el cartel de un combate que nunca llegó a tener lugar, pero que estuvo a punto de producirse en el verano de 1971 en un estadio con capacidad para casi 68.000 personas, el Astrodome de Houston, Texas.
En un país en el que cualquier gran evento se convierte en un auténtico espectáculo de masas con repercusión mundial, la apuesta por enfrentar a dos titanes de estas dimensiones sobre un cuadrilátero parecía un éxito seguro y ya con anterioridad se habían producido conversaciones infructuosas para llevar a cabo esta ‘Guerra de las Galaxias’ sin precedentes. Chamberlain, la estrella del baloncesto de los 100 puntos en un partido, destacado atleta en salto de altura en la Universidad de Kansas y brillante jugador de voleibol que llegó a flirtear con los Kansas City Chiefs de la NFL, la liga profesional de fútbol americano, soñaba con convertirse en campeón de los pesos pesados, la categoría reina del boxeo, y ser reconocido como el deportista más completo de todos los tiempos. Su ambicioso plan se frustró en un primer momento tras la derrota de Ali ante Joe Frazier en la mítica contienda del Madison Square Garden de Nueva York de 1971, lo que imposibilitaba que el cuatro veces MVP de la NBA pudiera optar al título en un enfrentamiento directo con Ali, algo que hizo menguar el interés del legendario pívot de los Lakers por probar su juego de pies y capacidad de pegada.
No obstante, la idea por llevar a buen puerto el proyecto perduró, impulsada por el interés del prestigioso Bob Arum, promotor de Ali desde 1966, y todo parecía indicar que se disputaría finalmente. Además de las ambiciones de Chamberlain, el púgil anteriormente conocido como Cassius Clay también tenía especial interés en que tuviera lugar. Tras perder su licencia para boxear durante tres años por su negativa a incorporarse al ejército en plena guerra de Vietnam, además de los títulos de la AMB y NYSAC, Ali andaba necesitado de promoción y con problemas financieros. Regresó al ring el 26 de octubre de 1970 venciendo a Jerry Quarry y el 7 de diciembre se impuso al argentino Óscar Bonavena, pero el 8 de marzo de 1971 llegaría la derrota por decisión unánime de los jueces ante el campeón Frazier, lo que supuso un frenazo a sus aspiraciones deportivas y económicas, así como en el objetivo de mantener su popularidad. ¿La solución? Participar en un acontecimiento nunca visto antes que atrajese la atención del gran público y los ingresos por publicidad.
Así, todo el mundo parecía ganar con un duelo entre dos de los personajes con más pedigrí del deporte estadounidense de la época. Las partes implicadas alcanzaron un acuerdo verbal en el que se establecía que la pelea constaría de 15 asaltos y la fecha de la misma, el 26 de julio. También el dinero que recibiría tanto el campeón olímpico en Roma 1960, Muhammad Ali, figura de gran relevancia social por su activismo político y enorme carisma, además de por sus éxitos en el cuadrilátero, como el pívot que sembraba el terror en las zonas de la NBA, el polifacético Wilt Chamberlain. “Nos ofrecieron cinco millones a cada uno por pelear en el Astrodome de Houston”, según llegó a afirmar el exmiembro de los Harlem Globetrotters. “El sueño de Wilt siempre fue pelear con Ali por el título de los pesos pesados, pero cuando este perdió con Frazier ya no podía ser un combate por el campeonato. Sin embargo, seguía interesado en hacerlo por la cantidad correcta”, relató tiempo después Bob Arum.
El hombre que supuestamente mantuvo relaciones sexuales con 20.000 mujeres a lo largo de su vida, incluida la madre de Quentin Tarantino, según el propio cineasta, y que lustros después interpretaría a un personaje llamado Bombaata junto a Arnold Schwarzenegger en ‘Conan, el destructor’, tenía incluso un plan definido para intentar sorprender al gran Ali: paciencia y aprovechar sus 216 centímetros para mantener a distancia al púgil de Louisville (Kentucky), de 1,91 metros, utilizando el jab largo y, de vez en cuando, alguna derecha para cansar a su contrincante. Si era capaz de conectar los suficientes golpes, podría ganar a los puntos. Todo ello bajo la supervisión del prestigioso entrenador Cus D’Amato, quien ya había llevado hasta el título a Floyd Patterson en 1956 y que varias décadas después haría lo mismo con Mike Tyson.
D’Amato, precisamente, fue la primera persona que creyó en las opciones de Chamberlain. En 1967, cuando Ali aún era el campeón, ya le tanteó sobre la posibilidad de medirse al pupilo del también legendario mánager Angelo Dundee. El poderoso ‘center’ no lo veía claro entonces: “Le dije que tenía miedo de luchar contra un boxeador profesional”. La respuesta, lejos de disminuir la fe de D’Amato, le hizo creer aún más en las posibilidades del máximo reboteador de la historia de la NBA: “Eso esta bien. Si no fueras lo suficientemente inteligente como para tener miedo yo no tendría nada que hacer: él te mataría. Pero con esa actitud, creo que puedes ganarle”. George Gainford, entrenador de Sugar Ray Robinson, también le animó entonces a emprender esa aventura: “Wilt, podría funcionar. Si trabajas en tu paso atrás, podrías vencerle”.
Cuatro años más tarde la idea parecía prosperar al fin. Los dos contendientes incluso mantuvieron en televisión un duelo dialéctico, terreno en el que Muhammad Ali era casi tan difícil de batir como en un cuadrilátero, con el fin de promocionar la pelea. “Vas a ver a ver la velocidad de Ali. Después de ti, quiero a todos los jugadores de baloncesto y de fútbol americano que se crucen. Si quieren peleo en Marte. Traigan a Bill Russell también”, le espetó en la pequeña pantalla, entre otras cosas, ‘Louisville Lip’ (‘El bocazas de Louisville’) a su rival. Ali, que nunca anduvo falto de confianza en sí mismo en su carrera profesional, ya había tenido antes una experiencia ante un aspirante a superarle proveniente de otra especialidad deportiva: Jim Brown, leyenda de la NFL. El considerado por muchos como el mejor ‘running back’ de todos tiempos tenía la ambición de enfrentarse a él, aunque pronto perdió las ganas de retarle. Al enterarse de los deseos de Brown, Ali le invitó a un entrenamiento y le desafió a golpearle. El que fuera estrella de los Cleveland Browns, y además actor de cine desde 1964 hasta nuestros días, fue incapaz de llegar a tocarle.
Conociendo la trayectoria del rey de los pesos pesados, que se retiró con 56 victorias (37 por KO) y cinco derrotas, es difícil pensar que hubiese podido besar la lona ante un adversario de otra modalidad deportiva, como Chamberlain, por muy buenas condiciones físicas y preparación que éste tuviera. De cualquier forma, nunca llegará a saberse a ciencia cierta. La pelea finalmente no saldría adelante, a pesar de la expectación creada. El 22 de abril el periodista Walter Cronkite lo anunciaba en la cadena de televisión CBS. Conforme a la teoría ‘oficial’, por motivos estrictamente económicos: al dos veces campeón de la NBA (Sixers 1967 y Lakers 1972) finalmente sólo le quedarían ‘limpios’ 500 mil dólares por medirse a ‘The Greatest’, poco para lo que pretendía embolsarse inicialmente este ilustre miembro del ‘Basketball Hall of Fame’. Una cifra, igualmente, muy alejada de los cinco millones que supuestamente le habrían ofrecido en primera instancia, según aseguraría más tarde.
Hay otras versiones de lo sucedido, incluida la que dio el propio jugador ‘All Star’, quien desveló una conversación que mantuvo con su padre, gran aficionado al boxeo, en la que éste le recomendaba emplear su tiempo libre en algo más útil, en su opinión, que subirse a un ring para medirse a un púgil de la categoría de Ali. “Mejor deberías trabajar en tus tiros libres”, le recomendó, conocedor de los problemas de su hijo en esta disciplina (se retiró con un pobre 51% de acierto en su carrera). Wilt, acorde a sus palabras, decidió seguir su consejo: “Vale, papá, seguramente estás en lo cierto”. Bob Arum, por su parte, se inclinaba por la idea de que todo había sido una estratagema del poseedor de 71 récords de la NBA, ya muy veterano (cumpliría 35 años en agosto), para presionar a los Lakers de cara a las negociaciones de su ampliación de contrato, ante el riesgo de una posible lesión de la estrella más brillante del equipo.
Sea como fuere, una página que podría haberse convertido en historia del siglo XX quedaría sin escribirse para desgracia de los aficionados. El propio Chamberlain, fallecido en 1999, también lo acabaría lamentando: “Pelear con Muhammad y competir en el decatlón olímpico son probablemente las dos cosas que siempre hubiera deseado hacer. Creo que podría haber realizado un gran trabajo, puede que incluso hubiera ganado ambas cosas. Pero supongo que nunca lo sabré”.

ALI: EL SÍMBOLO DEL PODER NEGRO

ALEJANDRO DELMÁS
AS.com

Hace 41 años, cuando Fernando  Vadillo se encontró en Génova con Muhammad Ali, aún llamaba (y titulaba) al ‘Más Grande’ con el nombre de Cassius Clay. ‘Con Cassius Clay en Génova’ era el titular de aquellas páginas de AS Color, donde Vadillo escribió líneas tan antológicas como éstas: “Nunca, desde los tiempos dorados de Ray ‘Sugar’ Robinson, había presenciado Europa tan fastuosa llegada de un semidiós del boxeo yanqui. Ray ‘Sugar’- ¿quién no lo recuerda?- deslumbró a París, ciudad difícil de deslumbrar, con sus cadillacs malvas, rosas, azules y verdes; con su guardaespaldas enano, sus ‘sparring partners’, su limpiabotas, su abogado y su trompetista, que le amenizaba los asaltos de ‘training’ y ponía música de fondo en la antesala nerviosa de los vestuarios (…)”. Así iba extrayendo Vadillo comparaciones entre aquel desembarco en París de ‘Sugar’ Robinson (en 1951) y la llegada a Génova en 1971 del nacido como Cassius Marcellus Clay, “con su séquito de 12 miembros”.
Pero, desde mediados de los años 60 del siglo XX, los tiempos eran empujados en EE UU por furiosos vientos de cambio. La guerra de Vietnam, los asesinatos de los hermanos John y Rober t Kennedy y otros homicidios tan señalados como los de Malcolm X, Martin Luther King y el joven ‘Pantera Negra’ Bobby Hutton se convirtieron en una cadena de sucesos telúricos que clavaron espuelas en los ijares de los deportistas (y la mayoría de jóvenes) afroamericanos. De ahí emergieron movimientos como los ya citados ‘Panteras Negras’ (Black Panthers), los Musulmanes Negros, la Nación del Islam… y el OPHR, el famoso Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos: el estallido al aire en los Juegos Olímpicos de México, en 1968, de los puños con guantes negros de Tommie Smith, John Carlos y Lee Evans.
Guías políticos y religiosos como los propios Malcolm X, Luther King, Angela Davis (Black Panthers), Elijah Muhammad (Musulmanes Negros), Harr y Edwards (OPHR) e incluso la ‘black panther’ Afeni Shakur (madre del rapero asesinado Tupac Amaru Shakur) lideraron la revuelta de los afroamericanos. Ese germen de rebeldía estuvo tras el icónico simbolismo de los puños enguantados en México… y germinó en muchas otras uvas o semillas de ira: Lew Alcindor, el pívot de UCLA, el mejor jugador universitario de EE UU, rechazó enrolarse con el equipo de EE UU en los Juegos Olímpicos de México y se cambió el nombre por el musulmán de Kareem Abdul-Jabbar. ‘Of course’, Alcindor se convirtió al islamismo… en un proceso especialmente parecido al que vivió el mismo Cassius Marcellus Clay. Era entonces cuando Bob Dylan cantaba: ‘Los tiempos están cambiando’, y, en la letra de 'Blowin’ in the Wind': "¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón hasta que sean prohibidas para siempre…? ¿Cuántas muertes debe aceptar un hombre para comprender que demasiada gente ha muerto…?".
 “En realidad, yo no inventé esas letras ni esas canciones. Las canciones y las letras estaban ahí en esos momentos, en las calles. Cualquiera podía haberse asomado a las calles, cogerlas y usarlas como yo hice”, analizaría Dylan algunas décadas después…
Pero en 1971, Fernando Vadillo tomaba notas de esto que le decía Cassius Clay-Muhammad Ali: “Desearía borrar mi alejamiento de dos años de los musulmanes negros (…); cuando me retire, me dedicaré a defender los derechos de mi raza, a predicar mi religión y a luchar por la libertad de mi pueblo (…); es difícil opinar bien de un país (EE UU) donde a mi raza la tienen esclavizada desde hace cinco siglos, desde que nos cazaban como a fieras en África para transportarnos como mercancía negra a Nueva Inglaterra. El boxeo es doloroso y cruel”. Todo eso dijo a Fernando Vadillo en Génova, aquel campeón que había nacido en Louisville como Cassius Marcellus Clay y que desde 1964, a instancias de su mentor Elijah Muhammad, prefería ser conocido como Muhammad Ali (aunque inicialmente, Elijah ‘rebautizó’ al boxeador como Cassius X, en recuerdo del recién asesinado Malcolm X).
Lo que Vadillo transcribió en el genovés Hotel Bristol Palace de los discursos de Clay-Ali, que acababa de sufrir su primera derrota profesional bajo los puños de Joe Frazier, en el Madison Square Garden, equivalía a las bases del ideario del activismo afroamericano en EE UU, fuese o no musulmán. Pasionales enemigos de los blancos, los Black Panthers (Davis, Hutton, Eldridge Cleaver…) se enfrentaban a balazo limpio con la dura policía de California por las calles de los guetos californianos, entre Oakland y Alameda. La guerra de Vietnam agrandó el abismo. Contra ella ardían la sacrosanta Universidad de California en Berkeley y el poder pacifista ‘hippie’, el ‘Flower Power’. Los bombardeos masivos ordenados por el presidente Lyndon Johnson y su secretario de Estado, Bob McNamara, desataban la indignación, tanto como los miles de bajas del Ejército de EE UU. Y también ardía Cassius Clay, ya como Muhammad Ali. “Ningún soldado del Vietcong me ha llamado ‘negro’, no tengo que pelearme con ningún ‘vietcong’ ni tomar parte en guerras cristianas o de infieles” fue la declaración contundente con la que Clay-Ali se negó a ser reclutado por el Ejército de EE UU para combatir en el Delta del Mekong. Ya había lanzado al río Ohio la medalla de oro que conquistó en los Juegos Olímpicos de Roma. El 28 de abril de 1967, aquel sensacional boxeador, el llamado ‘Loco de Louisville’, se negó a contestar por tres veces cuando su nombre fue pronunciado en la Oficina de Reclutamiento de Houston. De inmediato, el campeón fue detenido y su licencia quedó suspendida. Muhammad Ali, entonces rey invicto y aclamado de los grandes pesos, no volvería a boxear hasta el 26 de octubre de 1970: en Atlanta, contra el ya fallecido Jerry Quarry. Los tres años de inactividad le pasarían factura: Muhammad volvería a reinar en los cuadriláteros del mundo tras combatir en tremebundas batallas con Joe Frazier (al que llamaba ‘gorila’ y ‘Tío Tom’), George Foreman y Ken Nor ton, pero nunca más volvió a mostrarse con aquella gracia etérea que él mismo describía así: “Vuelo flotando como una mariposa, pero pico como una avispa”. En 1967, en Houston, Ali había propinado una paliza brutal a Ernie Terrell, a quien gritó durante casi todo el combate: ‘¿Cuál es mi nombre? di mi nombre’… en aquellos tensos días de 1967, cuando el campeón ya había anunciado su intención de no acudir a Vietnam a combatir con el ejército norteamericano, Terrell siempre se había dirigido a él utilizando el nombre de ‘Clay’. La leyenda que ha cruzado las décadas sostiene que Ali mantuvo en pie a Terrell hasta el fin de los 15 asaltos para poder castigarle a placer.
Los incidentes fueron numerosos. Algunos tan explosivos como los que protagonizaron los atletas afroamericanos en México (“en el podio, yo temía que nos dispararan”, contó Tommie Smith a AS). Otros quedaron soterrados. Según relató Harry Edwards, el Ejército de EE UU amenazó al velocista Mel Pender (oro en el relevo 4x100 de México) con un Consejo de Guerra si se prestaba a cualquier acto de apoyo al OPHR. Pender, que sí luchaba en Vietnam, acudió a México mientras aún servía en el Ejército, donde alcanzó el grado de capitán. Hoy, el capitán es el entrenador-jefe de velocidad en la Academia Militar de West Point. “A mí me fueron ofrecidos 125.000 dólares por parte de agentes gubernamentales si conseguía acallar todo nuestro proyecto”, agrega Edwards.
Los atletas del OPHR boicotearon reuniones que calificaron de ‘racistas’, como la del New York Athletic Club, en el Madison Square Garden, en 1969, y también competiciones universitarias, incluso partidos de fútbol americano. “No es que hayan cambiado muchas cosas desde entonces; los jóvenes negros afroamericanos siguen siendo detenidos y tiroteados a placer por la policía, en las calles de EE UU”, reflexionó Lee Evans hace unos años, en exclusiva con AS. Evans preparó velocistas afroamericanos en la Universidad de Alabama y, en momentos de frustración personal, emigró a Nigeria. En los años 90, aún había jugadores de la NBA (Chris Jackson-Abdul Rauf) que cambiaban a musulmanes sus nombres originales. En 2005, Tommie Smith y John Carlos acudieron en su Universidad, San José State, a la inauguración de una gigantesca escultura en memoria de su rebelión en México. En 2009 murió Bob McNamara. Hoy, Lew Alcindor-Jabbar es un anciano que escribe libros y educa a jóvenes pívots de la NBA. Bob Dylan ya es abuelete, pero aún sigue preguntándose al viento de los escenarios cuántos caminos ha de recorrer un hombre para que le digan que es un hombre y cuántas veces deben volar las balas de cañón. Esas canciones estaban ahí: todos estuvieron ahí.

LAS CUATRO CAÍDAS DE MUHAMMAD ALI

JUANMA BELLÓN
AS.com

La medida de un campeón en boxeo está grabada en su récord. En la fría estadística. Pero también se puede calibrar por las veces que ha caído y ha sido capaz de levantarse. A Muhammad Ali, considerado The Greatest, ‘El Más Grande’, le mandaron a la lona cuatro veces. Pero siempre volvió a ponerse en pie. Las contadas ocasiones en las que probó la amarga sensación de vacío, esas en las que un golpe le puso en posición horizontal, forman parte ya parte del imaginario del boxeo. Como los nombres de los cuatro valientes que pudieron cambiar la historia: Sonny Banks (1962), Henry Cooper (1963), Joe Frazier (1971) y Chuck Wepner (1975).

EL ESPEJISMO DE BANKS
Muhammad Ali era aún Cassius Clay, el chico que había llegado de los Juegos de Roma 1960 con una medalla de oro al cuello. El diamante que Angelo Dundee sacaba brillo a su lado para convertirlo más tarde en campeón del mundo. El 10 de febrero de 1962 era todavía un chaval de 20 años, menudo, que sí flotaba como una mariposa pero quizá todavía no picaba como las avispas. Había debutado dos años antes como profesional, en 1960, con dos victorias.
En 1961, ya con su desparpajo, sus rimas y sus predicciones sobre en qué asalto iba a tumbar a su rival, realizó la friolera de ocho combates. Todos con victorias. Hasta que en 1962 se plantó en el Madison Square Garden de Nueva York frente a Sonny Banks. Un púgil de raza negra, rápido también. En la corta distancia, en el primer asalto, Banks metió una mano al mentón de Clay que dio con sus huesos en el tapiz. Fue un espejismo. Rápidamente recuperó la verticalidad, acabó con la cuenta del juez y se fue a por Banks. En el segundo, fue el de Lousville el que le tiró. En el cuarto, la pelea se paró por inferioridad del de Detroit.
Banks pasó a la historia como el primer boxeador que casi noquea a Ali. Pero luego quedaría también en los libros por su trágica muerte. Tenía sólo 25 años y compaginaba el boxeo con un trabajo en la factoría de Ford en Detroit cuando en un combate contra Leotis Martin en Filadelfia recibió un golpe fatal. O el que sirvió de detonante para una lesión cerebral que le provocó la muerte con tan sólo 25 años.

EL GANCHO DE IZQUIERDA DE COOPER
Clay se presentó en Londres en 1963 con traje negro, bombín y una flor blanca en el ojal. Muy british. Genio prematuro de la mercadotecnia. Su destino era el estadio de Wembley, con 55.000 espectadores, un 18 de junio de 1963. Y su rival Henry Cooper. No había aún título mundial de por medio. Cooper, querido en Gran Bretaña como pocos y al que luego llamarían ariñosamente Our Henr y, ‘Nuestro Henr y’, pegaba mucho pero sangraba casi tanto. Tenía la piel fina y la imagen que dejó en las dos peleas que sostuvo con Ali fue la de un rostro sangrante, roto. La cara como un cuadro rematado a gruesos brochazos.
En Wembley se forjó una de esas leyendas de las que está llena el boxeo. Esta cierta, aunque muchas veces magnificada. Cooper, 29 años, había hecho que Ali, de 21, se comiera uno de sus espectaculares ganchos de izquierda sobre la campana. Visto y no visto en el cuarto asalto. La torre de ébano se desplomaba contra las cuerdas. Entonces, Dundee, preparador de Ali, soltó la famosa frase al árbitro Tommy Little: “Señor, el guante está roto y así no podemos seguir”. El barullo provocado consiguió que el descanso se prolongara durante seis segundos. Un aliento extra bendito para que el gigante americano tomara aire, ordenara su cabeza y saliera rabioso en el quinto episodio. La paliza era tan tremenda que Little paró la pelea. “Me despisté mirando a Elisabeth Taylor, que estaba en la primera fila”, fue la explicación que dio el soberbio Ali para justificar su casi KO.
Cooper murió el 2 de mayo de 2011 entre el cariño de un país que le reconoció como uno de sus grandes depor tistas. Isabel II le había nombrado en el 2000 Caballero del Imperio Británico y la BBC le declaró dos veces ‘Personalidad Deportiva del Año’ (1967 y 1970). Eso, sin proclamarse nunca campeón del mundo de los grandes pesos en una carrera de 17 años que saldó con 40 victorias, 14 derrotas y un nulo.

JOE FRAZIER, EL PRIMER VERDUGO
Los tres choques de Muhammad Ali con Joe Frazier construyeron la que se tiene por una de las grandes rivalidades del deporte. El choque de dos colosos que danzaron al borde de la agonía. Un episodio para Frazier, en 1971 en el Madison Square Garden, y otros dos para Ali en el Rumble in the Jungle de 1974 y en el cierre del Thrilla in Manila de 1975. “Es lo más cerca que he estado de la muerte", describió el Loco de Louisville a esas batallas que engrandecieron la leyenda de los pesos pesados, esa división de gente enorme que se encierra en un cuadrilátero muy pequeño para dirimir quién es rey del mundo, rey del boxeo.
Un reportaje antiguo de AS Color presenta a Ali con el deseo de volver a ser campeón mundial, después de haber permanecido castigado durante casi cuatro años por negarse a cumplir el servicio militar y luchar en Vietnam. Había vuelto con dos victorias, frente a Jerry Quarry y sufriendo ante Ringo Bonavena, pero Frazier era otra cosa. Era una roca que había unificado los cinturones de los pesados en su ausencia.
Todos los focos apuntaron esa noche al Madison. Las mofas de Ali, llamando “feo gorila” a Frazier y acusándole de ser el favorito de los blancos, habían calentado al máximo el ambiente. “¡Eres demasido feo para ser campeón del mundo. El campeón debe ser bonito como yo!”. La humillación a la que Ali sometía a sus rivales antes de cruzarse, Frazier la había transformado en rabia. La promoción de la pelea lo presentaba como ‘El Combate del Siglo’ y la bolsa para cada uno ascendía a los 2,5 millones de dólares. Cifras enormes cuando el excampeón no era el que fue. Durante los quince asaltos, el de Filadelfia dominó la corta distancia y también el castigo.
Norman Mailer pudo contar lo que nadie había visto. Y Frank Sinatra recogerlo en fotografías para 'Life'. En el 15º asalto, un gancho de izquierda de Frazier tumbaba a Ali. Se levantó. Resistió como pudo las andanadas y al final acabó en pie. Pero la decisión de los jueces fue unánime: Frazier ganador a los puntos. Tras 31 combates, llegó la primera derrota del gran Ali. No podía ser ante otro que ante el gorila feo, herido en su orgullo.

CHUCK WEPNER, EL PERDEDOR QUE INSPIRÓ ROCKY
Una foto inmor taliza el momento en el Coliseum de Cleveland. Es el noveno round. Chuck Wepner, un modesto boxeador ya con 35 años que iba a cobrar sólo 100.000 dólares por los 1,5 millones del campeón del mundo, pisa con su pie derecho el izquierdo de Ali. Unas décimas de segundo antes, le había conectado una derecha pesada al cuerpo. La combinación de los dos factores lleva a Ali a caer contra las cuerdas. El referee Tony Pérez inicia una cuenta de protección un tanto polémica a Ali. ¿Influyó el pisotón para desequilibrarle? Los adoradores de ‘El Más Grande’ lo ven más un derribo que una caída por efecto del golpe. Pero ahí está. En los registros. En una foto y negro sobre blanco.
Mas a Wepner se le conocía como Bayonne Bleeder (el Sangrante de Bayonne, la localidad donde nació) por su gran facilidad para acabar los combates hecho un Cristo. Cosa que ya le había ocurrido contra George Foreman o Sonny Liston. Y a partir del noveno round y de la cuenta de protección a Ali, su aspecto fue tornándose peligroso por los abundantes cortes que le infligió el de Louisville, recuperado de ese golpe al cuerpo que le sacó el aire. Quedaban sólo 19 segundos cuando la torre de ébano le tumbaba, pero fiel a su estilo de gladiador, de perdedor con orgullo, Wepner se puso en pie. El árbitro decidió parar el combate. El castigo era tremendo.
Así acabó su momento de gloria. Y Silvester Stallone vio en ese boxeador blanco, tambaleante pero siempre digno, una inspiración para Rocky. La película se estrenaría un año y medio después y ganaría el Oscar. Wepner, que no llegó a campeón del mundo como El Potro italiano, demandaría después a Stallone por los derechos de la película. Ni tumbó al actor-director en los tribunales ni consiguió dar KO a Ali. No estaba en su destino.

CHÁVEZ JR. DICE QUE CANELO-KHAN ES UNA VERGÜENZA PARA EL BOXEO

ESPN.com

Como una vergüenza para la categoría de peso mediano calificó el excampeón mundial Julio César Chávez Jr. el duelo que sostendrá el 7 de mayo el mexicano Saúl 'Canelo' Álvarez en contra del inglés Amir Khan, quien subirá de las 147 a las 155 libras para buscar el cetro del Consejo Mundial de Boxeo.
Chávez Jr. ironizó sobre su siguiente pelea y hasta dijo que combatiría con Chris Algieri, quien también ha estado combatiendo en las 140 y las 147 libras, además de destacar que no hay duda de quién ganará la pelea programada en Las Vegas y que distribuirá HBO a través del sistema de pago por evento.
"La pelea de Canelo con todo respeto es una vergüenza para el peso medio", dijo en su cuenta de Twitter Chávez Jr., quien gobernó en esa división entre junio de 2011 y septiembre de 2012, cuando terminó perdiendo ante el argentino Sergio 'Maravilla' Martínez. "Un 140 (libras) peleando en ese peso (155 libras) deshonra el box (sic). Todos sabemos quién gana", añadió el Junior, quien espera combatir en abril, tentativamente en el StubHub Center de California, ante el campeón de las 168 libras del CMB, Badou Jack.
"Eso no debería estar permitido. La siguiente pelea de Chávez Jr. es contra Chris Algieri", escribió también el peleador sinaloense, aunque ya más en tono de ironía, sobre el duelo que de alguna u otra forma ha captado la atención del mundo boxístico.

GOLOVKIN Y 'MARAVILLA' FELICITARON A CANELO Y KHAN
Pese a las críticas de Chávez Jr., la pelea fue bien recibida por el campeón mundial medio Gennady Golovkin, quien se asoma como futuro rival del mexicano, y también por el excampeón Mediano Sergio 'Maravilla' Martínez.
"Canelo vs Amir Khan será una batalla. 2016 será un gran año para el boxeo", externó Golovkin, quien pelearía en abril ante Dominic Wade en Nueva York en compañía de Román 'Chocolatito' González.
"Felicidades a Amir Khan y Canelo en otro megacombate. Extraño sus sentimientos ahora. Lo mejor para ustedes. ¿Quién dijo que el boxeo está muerto?", puntualizó Martínez en sus redes sociales.